De todos es conocido que la masonería ha estado y está detrás de todas
los desastres acaecidos en España durante casi los últimos tres siglos.
Sólo durante los gobiernos del General Franco pasaron algunos apuros
después de aprobarse la ley para la Represión de la Masonería y el
Comunismo, que ni de lejos consiguió acabar con la lacra que han
supuesto los “discretos” para la nación española. No se trata de
ridículos figurantes con ritos más o menos histriónicos, con delantales y
escuadras, de cara a la galería, sino de renegados cuya única misión en
la vida es acabar con los fundamentos del alma hispana, a saber, la
cruz y la espada, principio y fin de España como comunidad de destino.
Para ello se enquistan en todos los centros de poder sin definirse como
tales, desde las sombras, como los ladrones. Tan necesario sería
extirparla de nuestra Patria como lo fue en épocas anteriores. Dos
ejemplos sucesivos en el tiempo: En primer lugar el artículo firmado por
Ramiro de Maeztu titulado “La Masonería” publicado a propósito de la
presentación en Cortes por parte del diputado republicano conservador D.
Dionisio Cano López para declarar incompatibles masonería y Milicia en
febrero de 1935.
Cuando escribo esta cuartilla no sé si una proposición de “no ha lugar a deliberar” habrá ahogado el debate de la de Cano López; pero es seguro que en el porvenir próximo hemos de discutir los españoles la masonería tanto, por lo menos, como lo están controvertiendo los franceses. Para ellos, a la postre, la masonería es cosa del país. Para nosotros es exótica, ¿podemos confiar los destinos nacionales agentes que deben obediencia a sectas misteriosas y extranjeras? Esta es la cuestión. D. Miguel de Unamuno se ha pasado varios años burlándose de las gentes que creen en el poder de los masones, los judíos o los jesuitas. Con el mismo fundamento ha podido mofarse de los que temen las fiebres tifoideas o las bronco-neumonías. Que la masonería es la organización mundial de la revolución es una de las cosas mejor sabidas de la historia moderna. Que fue la causa eficiente de la Revolución Francesa es proposición en la que coinciden masones y sus enemigos. Abro el Diccionario político de Herre y Jagow, el mejor que conozco, y me encuentro que eran masones Mirabeau, Marat, Petio, Danton, Brissot, Robespierre, Gregoire; es decir, todos los notables de la Revolución Francesa. Abro un libro racionalista, pero veraz, como la historia del Poder y Secreto de los Jesuítas, por René Fulop-Miller, y me dice que casi todos los hombres de la Enciclopedia eran también masones: Montesquieu, d’Alambert, Diderot, La Mettrie, Helvetius, La Chalotais, Voltaire. Y en la página siguiente, que todos aquellos aristócratas de distintos países, que constituyeron aquella “Internacional Patricia”, de que habló nuestro malogrado y llorado Basterra; todos los hombres que expulsaron a la Compañía de Jesús de los pueblos de Europa: Choiseul, Pombal, Aranda, Du Tillot, Kaunitz y Van Swieten, todos ellos eran también masones. La historia de estos dos siglos es la de la lucha entre jesuitas y masones por la guía espiritual del mundo. En los Estados Unidos han sido masones desde Washington, Jefferson y Franklin hasta Roosevelt (el otro), Wilson y Lansing. La revolución de Portugal y la del Brasil fueron masónicas. En Italia se iniciaron Mazzini y Garibaldi, Crispi, Depretis, Salandra, Sonnino, Giolitti y d’Annunzio. Sabemos también que en el Congreso masónico de París, de 1889, se profetizó solemnemente que “pronto vendrá el día en que las monarquías y la religiones se hundirán en el polvo”. También sabemos que en todos los países está la masonería al servicio de la raza de Israel. Lo que no sabemos ahora es si las mentalidades que dirigen la masonería han acordado precipitar la revolución comunista en el mundo o hacer alto, en espera de mejor ocasión. Nosotros no lo sabemos. Lo saben ellos. Y esto es lo intolerable.
Ramiro de Maeztu, español ejemplar, conocería la respuesta un año y medio después cuando la chusma roja azuzada por la masonería lo asesinaría en Aravaca el 29 de octubre del 36. Una semana antes del asesinato de Ramiro de Maeztu junto a Ramiro Ledesma hizo la masonería la siguiente declaración pública: Es tradición, propósito y norma de la masonería laborar por el progreso humano y por la realización de la fraternidad universal, base y objeto de su doctrina y guía de su conducta. En esta labor ha encontrado siempre la oposición de la casta clerical y los jesuitas, quienes no hallaban nunca nada censurable en la irreprochable conducta y doctrina masónicas, no repararon nunca en difamar y calumniar en el grado más monstruosamente imaginable a la Masonería y sus componentes. Esta no ha contestado nunca a esas difamaciones y calumnias. Bastó la conciencia de una conducta limpia y la fortaleza que da la pureza de sus principios para dejar que se debatieran en el vacío sus calumniadores. Es, sin embargo, la actual situación de España tan excepcional y trágica, que nos consideramos obligados a romper el silencio habitual. No sólo para afirmar nuestra actitud, sino para responder a insinuaciones maliciosas que en este momento deben quedar enteramente desvanecidas. La masonería española está entera total y absolutamente con el Frente Popular, al lado del Gobierno legal y contra el fascismo. Esta declaración no se funda en hechos circunstanciales, sino en la ideología permanente de la orden masónica. Defensora de los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad y Justicia, trabajando siempre por establecer las bases de una familia universal, está de acuerdo con los máximos avances del progreso social, económico y político. Está en contra de la intolerancia, de la explotación del hombre por el hombre, de la injusticia; está en contra del acaparamiento del acaparamiento del capital, del acaparamiento de los medios de producción, de los grandes terratenientes; está en contra de la holgazanería a que lleva la riqueza heredada; está en contra del clero dominador e intolerante y acaparador de riquezas materiales; está en contra del militarismo entrometido en la política y constituido en casta dominadora; está en contra de todo privilegio y toda ventaja que no provenga del trabajo, la inteligencia, el esfuerzo y el mérito personal, siempre que todo esto se haga en benficio colectivo. Dan fe de esta declaración, que es inalterable y no tiene la más mínima concesión a la situación actual, sino que fue la doctrina masónica de ayer, es la de hoy y será la de mañana, los masones sacrificados por la reacción en los tiempos pasados y los muchísimos que han sido ahora asesinados por los fascistas. Dan fe de ello los numerosísimos masones que están en todos los frentes de batalla, defendiendo al pueblo y al gobierno legal con las armas en la mano; los muchos que ya han rendido el tributo de su vida a la causa que defiende el verdadero pueblo español; los muchos que están en situaciones dirigentes de la defensa nacional, en puestos militares, políticos y de trabajo y organización. Dan fe de nuestra actual declaración los aviadores masones, los marinos masones, los militares masones, que desde el comienzo de la rebelión fascista se pusieron al lado del gobierno legal e hicieron posible la defensa y la derrota total que entre todos estamos preparando al fascismo criminal. Son traidores a la masonería los que así no obren al mismo tiempo que lo son para la madre España, República de Trabajadores; y por esto precisamente, si no fuera por las demás razones, por no admitir los masones más título ciudadano respetable que el de trabajador, estamos al lado, dentro y en defensa de la República y del Frente Popular. Y los discretos se envalentonaron y se declararon conmilitones de los asesinos de 7000 religiosos y de decenas de miles de españoles cuyo pecado fue creer en Dios y en España en lugar de venderse a potencias extranjeras y a esa patochada del Gran Arquitecto. Hoy campan a sus anchas, hoy han vencido y tenemos la España de la Libertad, Igualdad, Fraternidad y Justicia que se traducen en miseria, dictadura por la que se puede ir a la cárcel por el hecho de editar libros, la desigualdad más oprobiosa que hemos conocido y profundamente dividida. Pero la masonería reina…
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