Buenaventura Durruti fue ante todo un
activista que no rehusó el uso de la violencia. Líder y referente de
aquella CNT que durante la Segunda República era el sindicato de las
masas españolas con cuatro millones de afiliados. La violencia
impregnaba el ambiente en una España ensangrentada. José Antonio y
Durruti no fueron simples pistoleros, pero tampoco hicieron ascos a la
“dialéctica de las pistolas”. Ambos eran personas de buena fe, con los
excesos de la época, aunque sin la hipocresía de otros que tiraban la
piedra y escondían la mano.
Buenaventura Durruti conoció el
encarcelamiento de José Antonio Primo de Rivera en una prisión de
Alicante. El lider anarquista reaccionó vehementemente. Dijo que
encarcelar al jefe de la Falange era acabar con lo único sano de la
España franquista, dar el tiro de gracia a la posibilidad de
reconciliación de las dos Españas. Durruti pensaba que aquello era una
consecuencia de la sovietización del bando republicano. La escena es
recogida por varios testimonios de la época.
El día en el que Primo de Rivera fue
fusilado, en la mañana del veinte de Noviembre, Buenaventura Durruti
participaba en la defensa de Madrid ante el acoso de las tropas de
Franco. Una bala lo alcanzó en las inmediaciones del Hotel Ritz.¿Un
accidente? Algunos historiadores hablan de un asesinato orquestado por
los comunistas. Algunos historiadores sostienen también que los
gerifaltes de la zona nacional podrían haber hecho algo por liberar a
José Antonio. Se trataba de personas molestas para militares con pocas
ideas, o para estalinistas de frialdad glaciar.
José Antonio y Durruti entraron en la
historia y en el mito el mismo día de un otoño de 1936. Las balas
irrumpieron en una España asediada por la injusticia, el miedo y la
ansiedad. Las balas interrumpieron los intentos de acercar posturas
entre CNT y Falange plasmados en las conversaciones, siempre difíciles,
entre dirigentes de ambas formaciones. Las balas desgarraron la carne
joven de dos españoles que el destino colocó como santo y seña de bandos
antagónicos. Paradojas de la historia.
Los cuerpos de Durruti y José Antonio fueron enterrados, y sobre el ataúd de ambos iba una bandera roja y negra.
Javier López
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