Es de sobra conocido. El orden mundial establecido comienza a resquebrajarse, y aunque muy lejos de lo que nos gustaría, son numerosas las grietas que le han empezado a salir. El Brexit en el Reino Unido, el triunfo de Trump, el resultado del referendum sobre la acogida de refugiados en Hungría o el imparable Frente Nacional de Marine Le Pen son algunos de los ejemplos que estos meses han traído como locos a los medios de comunicación, que pese a su manipulación constante han quedado completamente desconcertados al apreciar que la gente ya no se traga sus mentiras.
Si bien en España todo parece muy distinto. Ni la corrupción generalizada en todos los ámbitos del régimen constitucional, ni los seis millones de parados, ni la destrucción del Estado de bienestar, ni la islamización de España, ni la entrega total de soberanía a poderes extranjeros, ni el jaque del separatismo al Estado con la complidad del gobierno. No existe una opción política que consiga canalizar el descontento de esos millones de españoles que piensan como nosotros, y a los que no somos capaces de hacer llegar nuestro mensaje.
A día de hoy, sin embargo, es el "populismo" de Podemos quién ante este caldo de cultivo avanza metros, monopolizando la lucha de los trabajadores españoles a los que falsamente dicen defender, aprovechándose de la cada vez mayor analfabetización del pueblo y las miserias a las que está sometido. Los independentistas haciendo más de lo mismo. Y frente a ellos, los "populares" de Rajoy, que muy habilmente explota la patraña de ser la única barrera frente a la barbarie que podría venir de la mano de comunistas e independentistas. En medio de este circo político, el PSOE y Ciudadanos que aún no saben a quién venderse (si lo saben, al capital).
Y frente a todos ellos, hoy como ayer, la Falange. Bueno, así debería de ser, pero lo cierto es que a día de hoy a la Falange ni está ni se la espera en el combate para salvar a España, que esta vez no será a través de las armas, sino de la inteligencia y la habilidad política.
Diferentes proyectos son los que comienzan a confluir para dar forma a una alternativa social y nacional que consiga recuperar la ilusión de los españoles. Si algo hemos aprendido bien de la historia es que siempre es cíclica, y una vez más los cambios que comienzan en toda Europa tardarán más en llegar a España. Que nadie dude de que a nuestra nación le tocará el momento de levantarse una vez más contra su autodestrucción, y la mejor juventud de España ya se empieza a mover con los materiales necesarios para emprender la construcción y rodaje del movimiento de salvación nacional que se avecina, encarnado hoy en esos jóvenes idealistas que aún anhela el resurgir de España, sin caer ya en ninguna nostalgía que impida mirar solo al futuro.
Que no le quepa la menor duda tampoco a nadie que la oportunidad histórica que se nos presenta a la juventud, también es probablemente la última de España, y si el movimiento de salvación nacional termina dirigido por malas manos será sin duda la claudicación para siempre de nuestra opción política, y por tanto, la destrucción definitiva de España.
Es por ello, que urge más que nunca, la unidad y fortificación de la Falange para poder aportar en un futuro, con la suficiente base militante detrás, las líneas políticas para encabezar la lucha que se avecina.
Nadie tendrá en cuenta a los falangistas si se nos sigue viendo como un movimiento antiguo, pasado de moda, que para más inri está dividido en varias facciones y que constantemente se está tirando piedras sobre su tejado. Quién se acerca un poco sale espantado ante tanta discursión inerte, tanto sabelotodo, tan poca ilusión. Y en contraste, el paulatino deterioro de cuánto nos rodea, sin querer mover un dedo más allá de la tecla del ordenador. Son muchos los que critican sin construir y malmeten sin más oficio y beneficio que el creerse más azul que de al lado.
Desde Garra Hispánica no queremos contribuir ni mucho menos a ese espectáculo, pero creemos necesaria la reflexión colectiva, y muy en especial la reflexión individal de aquellos que ostentan los mandos, para poder llegar a conclusiones comunes que permitan poner en marcha de nuevo a la Falange.
Desde la unidad, convivencia y disciplica de todos los falangistas para poder remar de una vez por todas, todos juntos y en el mismo proyecto, hacia la conquista del Estado. Aplicando nuevas estrategias, actuando en nuevos frentes que hasta ahora tenemos abandonados, pero sin rechazar nuestra esencia ni nuestra ideología.
La unidad debe asentarse en una profunda refundación del nacionalsindicalismo para adaptar nuestro movimiento a los nuevos tiempos y confirmarla en un congreso de unidad que ponga a todos los falangistas, para siempre, bajo la misma bandera roja y negra. Y partir de ahi, traidor quien ceda.